Esto hay que pararlo.
dimarts, 4 d’octubre del 2016
Hola Quim;
Sentimos decirte que discrepamos totalmente con tu escrito publicado en el Blog de Opinión de La Vanguardia el día 22 de septiembre.
No creemos, para nada, que sea bueno lo de intentar reducir el tráfico; ya sea con supermanzanas o con otras medidas aún más efectivas como la implementación de las zonas de baja emisión o el hecho de cobrar peajes para entrar en la ciudad; en inglés Congestion Charge.
¡¿Pero qué se han creído estos happy flowers!? Las ciudades están hechas para ir en moto y coche, y no para que la gente tenga que soportar ir en autobús o un metro repleto de gente corriente. Y por no hablar de los “biciflautas”. Si no les gusta la ciudad… ¡que se vayan al campo! ¡Y qué manía en transformar la ciudad en otra menos estresante! Recientemente me he cambiado de piso, y me ha costado mucho encontrar un piso que estuviera suficientemente cerca de un tráfico muy denso, ruidoso de día y de noche, son los más caros y valorados, porque como sabe usted, todo el mundo quiere vivir a pie de autopista. Hay gente, como a mí, que le encanta ver las calles abarrotadas de coches y motos sacando malos humos. Es más, a la que veo un atasco busco el banco más cercano para recostarme y disfrutar de la contaminación, con todos mis sentidos. Nací en el ensanche barcelonés hace casi 60 años, y tengo un recuerdo traumático de mi infancia: Pasaba tardes enteras jugando en unas calles por las que circulaban muy pocos vehículos. Menos mal que el progreso llenó rápidamente de ruido de motor estas grandes avenidas, y viejos y mocosos tuvieron que recluirse en pequeños parques o en sus casas.
Por no hablar de las excusas que ponen sobre los efectos de la contaminación en el Área Metropolitana de Barcelona: que si 3.500 muertes prematuras, que si 54.000 ataques de asma en pequeños y adultos, que si 1.800 hospitalizados anuales o que, según el Banco Mundial, la contaminación atmosférica le cueste a España el 3,5% del PIB. ¡Tampoco hay para tanto!
¡Ah sí! Y por si a algún listillo se le ocurre compararnos con otras ciudades como París, Londres, Oslo, Berlín, Copenhague o Ámsterdam, donde se han aplicado medidas como la mejora del transporte público, el uso de la bicicleta y de las zonas verdes o, eso tan feo de lo que hablábamos antes, las Zonas de baja emisión por donde no pueden circular vehículos contaminantes… ¡qué se olvide! Sólo son ciudades que hoy están de moda y que mañana lo dejarán de estar. Europa es un atraso. No nos tiene que preocupar no cumplir con su normativa, claramente injusta, que solo pretende proteger la salud de toda la ciudadanía y no piensa en mi comodidad personal. ¡Cómo voy a dejar el coche teniendo opción de ir en metro o paseando! Mi coche es mi libertad!
Señor Monzó, le recomendamos que si no le gusta esta ciudad se vaya al campo, con sus amigos que van en bici y comen flores, o a otra ciudad como Berlín o Copenhague. Nosotros elegimos el coche, la moto y el tráfico.
Firmado Plataforma per la Qualitat de l’Aire.
PS: agradecemos a La Vanguardia la no-publicación de esta carta, como respuesta al artículo de Quim Monzó
Sentimos decirte que discrepamos totalmente con tu escrito publicado en el Blog de Opinión de La Vanguardia el día 22 de septiembre.
No creemos, para nada, que sea bueno lo de intentar reducir el tráfico; ya sea con supermanzanas o con otras medidas aún más efectivas como la implementación de las zonas de baja emisión o el hecho de cobrar peajes para entrar en la ciudad; en inglés Congestion Charge.
¡¿Pero qué se han creído estos happy flowers!? Las ciudades están hechas para ir en moto y coche, y no para que la gente tenga que soportar ir en autobús o un metro repleto de gente corriente. Y por no hablar de los “biciflautas”. Si no les gusta la ciudad… ¡que se vayan al campo! ¡Y qué manía en transformar la ciudad en otra menos estresante! Recientemente me he cambiado de piso, y me ha costado mucho encontrar un piso que estuviera suficientemente cerca de un tráfico muy denso, ruidoso de día y de noche, son los más caros y valorados, porque como sabe usted, todo el mundo quiere vivir a pie de autopista. Hay gente, como a mí, que le encanta ver las calles abarrotadas de coches y motos sacando malos humos. Es más, a la que veo un atasco busco el banco más cercano para recostarme y disfrutar de la contaminación, con todos mis sentidos. Nací en el ensanche barcelonés hace casi 60 años, y tengo un recuerdo traumático de mi infancia: Pasaba tardes enteras jugando en unas calles por las que circulaban muy pocos vehículos. Menos mal que el progreso llenó rápidamente de ruido de motor estas grandes avenidas, y viejos y mocosos tuvieron que recluirse en pequeños parques o en sus casas.
Por no hablar de las excusas que ponen sobre los efectos de la contaminación en el Área Metropolitana de Barcelona: que si 3.500 muertes prematuras, que si 54.000 ataques de asma en pequeños y adultos, que si 1.800 hospitalizados anuales o que, según el Banco Mundial, la contaminación atmosférica le cueste a España el 3,5% del PIB. ¡Tampoco hay para tanto!
¡Ah sí! Y por si a algún listillo se le ocurre compararnos con otras ciudades como París, Londres, Oslo, Berlín, Copenhague o Ámsterdam, donde se han aplicado medidas como la mejora del transporte público, el uso de la bicicleta y de las zonas verdes o, eso tan feo de lo que hablábamos antes, las Zonas de baja emisión por donde no pueden circular vehículos contaminantes… ¡qué se olvide! Sólo son ciudades que hoy están de moda y que mañana lo dejarán de estar. Europa es un atraso. No nos tiene que preocupar no cumplir con su normativa, claramente injusta, que solo pretende proteger la salud de toda la ciudadanía y no piensa en mi comodidad personal. ¡Cómo voy a dejar el coche teniendo opción de ir en metro o paseando! Mi coche es mi libertad!
Señor Monzó, le recomendamos que si no le gusta esta ciudad se vaya al campo, con sus amigos que van en bici y comen flores, o a otra ciudad como Berlín o Copenhague. Nosotros elegimos el coche, la moto y el tráfico.
Firmado Plataforma per la Qualitat de l’Aire.
PS: agradecemos a La Vanguardia la no-publicación de esta carta, como respuesta al artículo de Quim Monzó